Una placa solar se compone de diferentes elementos unidos bajo una sola estructura física cuyo propósito principal es captar la energía solar. Esta captación permite transformar la energía lumínica, es decir la luz, en electricidad, pero ¿cómo sucede este milagro técnico?
Como hemos dicho anteriormente, el principio tecnológico de una placa solar es muy simple y he ahí su genialidad. Una serie de celdas sensibles a la luz se colocan en orden en una superficie cristalina que la protege y maximiza la exposición solar. Estas celdas reaccionan ante un estímulo luminoso creando átomos con carga eléctrica negativa y positiva, el movimiento de estos átomos produce electricidad.
La electricidad generada en las fotoceldas se conduce hacia un receptor metálico y de ahí es transmitida por un sistema de cables hacia un punto de suministro.
Desde el punto de vista técnico, esta energía por sí sola sería suficiente para generar un campo eléctrico utilizable. Sin embargo, las placas solares generan electricidad con corriente continua.
Como hemos detallado en nuestro blog, para poder consumir la electricidad generada en un panel solar, necesitamos de un inversor solar. Este equipo transforma la corriente continua en alterna, el tipo de corriente que usamos en España.
Desde un inversor se puede conducir electricidad hacia nuestros enchufes de manera directa y consumirla a medida que se produce. No obstante, la producción fotovoltaica se reduce en la ausencia de luz solar como en una nevada, lluvia intensa o durante la noche.
Es por ello que en muchos sistemas se instalan sistemas de acumulación con bancos de baterías que almacenan la electricidad para un uso administrado. Adicionalmente, podemos reingresar la porción de electricidad no usada a la red pública con beneficios económicos destacables.
En muchos sistemas domésticos, comerciales e industriales se instalan subsistemas de monitoreo, contadores y administradores de energía. Puedes ver cómo es una red fotovoltáica en nuestra web.